La influencia del apego ansioso en las relaciones amorosas modernas
Psicóloga Miriam Santana Martínez

Las relaciones humanas han ido evolucionando a lo largo de la historia, aún en tiempos actuales siguen cambiando de acuerdo con las tendencias y fenómenos sociales. Si bien el matrimonio puede verse ahora mismo como una institución meramente legal o religiosa, es capaz de brindar una idea de cómo es la concepción de las relaciones amorosas actuales para fines estadísticos.
En 2022 se registraron alrededor de 507,052 matrimonios en México de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (2024, p. 3), mientras que hubo 166,766 divorcios, es decir, el 32.88% de los matrimonios por año. Asimismo, se calcula que dichas uniones tuvieron una duración promedio de 17.7 años y se reporta que el 91.1% de las personas perciben tener una buena relación con su cónyuge o conviviente.
El año siguiente se reportaron 163,587 divorcios, una tasa de 32.6 divorcios por cada 100 matrimonios. Este porcentaje es similar al presentado un año anterior, lo que podría indicar la tendencia a que casi un tercio de los matrimonios modernos (con duraciones menores a dos décadas en promedio) terminen en divorcio (Expansión Digital, 2025).
Dadas las cifras anteriores es válido preguntar si es que una gran mayoría percibe tener una buena relación de pareja, ¿por qué el porcentaje de divorcios es tan alto?, ¿cuál es el común denominador de estas parejas que terminan en divorcio “sin razón aparente”? y ¿por qué las relaciones amorosas actuales son tan volátiles y parecen estar destinadas al fracaso?
Podría haber una forma de reconocer e incluso predecir cómo será la forma en la que una persona se relacionará a lo largo de su vida y no es algo místico ni mágico, se llama apego. Pero para esto, primero se debe de entender la importancia de los primeros objetos de amor que tienen todos los seres humanos: los padres (objeto entendido como cualquier ser sobre quien se deposita una carga afectiva).
Erich Fromm, en su obra El arte de amar (1981), retoma la importancia de ciertas figuras que tendrán gran impacto en las relaciones afectivas de una persona a lo largo de su vida, desde la infancia hasta su vida adulta. Según el psicoanalista alemán, los padres marcan profundamente la forma en que una persona aprende a amar y a relacionarse.
En concreto, la madre se considera como el primer objeto de amor que el ser humano experimenta. Idealmente, el amor materno es un amor especial e incondicional que no depende de lo que el niño hace, sino que simplemente se le ama por existir. Éste da seguridad, protección y un sentimiento profundo de ser querido sólo por ser quien uno es (Fromm, 1981). Si este amor es constante en los cuidados brindados por la madre desde que el bebé nace —al amamantarlo, mirarlo, acariciarlo o limpiarlo—, éste podrá crecer con confianza en sí mismo y en los demás. Esto le permitirá explorar el mundo con la seguridad de que puede volver a los cuidados de una figura de amor cuando lo necesite (Fromm, 1981).
A diferencia del amor materno, Fromm (1981) propone que el amor del padre suele ser visto como un amor condicional, en el cual se ama al hijo por lo que hace, por “portarse bien”, ser obediente, responsable y cumplir las reglas. Al representar el mundo de la ley, el esfuerzo y la dirección hacia el futuro, este amor le enseña al infante a manejar límites, asumir responsabilidades y enfrentar la vida con independencia.
En su obra Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego, Bowlby (2009) explica que el apego es el vínculo emocional profundo que un niño establece principalmente con sus cuidadores en los primeros años de su vida. Este lazo tiene una función adaptativa fundamental, que es asegurar la proximidad y el cuidado adulto, es decir, sentirse seguro y protegido, especialmente en situaciones en las que se perciba alguna amenaza o malestar. Además, esto le permitirá la supervivencia, exploración del entorno y desarrollo emocional saludable.
Como se mencionó anteriormente, el apego puede ayudarnos a comprender e incluso predecir cómo se relacionará una persona a lo largo de su vida. En este sentido, la teoría de Bowlby nos ayuda a analizar este fenómeno. En ella planteó que existen distintos tipos de apego, entre los cuales está el apego seguro, el inseguro-evitativo y el inseguro-ambivalente.
En primer lugar, el apego seguro es aquel en el que los cuidadores están presentes y atentos a las necesidades emocionales del niño, mostrándose sensibles y disponibles. Esto permite que el niño se sienta confiado para aventurarse al mundo con la seguridad de regresar a la figura de apego en busca de consuelo y que, ante la separación, confíe en que ésta volverá y que en su reencuentro muestre aflicción moderada. Conforme pase el tiempo, será un adulto con autoestima saludable consolidada y será la base para futuras relaciones interpersonales satisfactorias (Bowlby, 2009).
Por otra parte, el apego inseguro-evitativo se produce cuando el cuidador restringe o desalienta la expresión emocional del niño y evita el contacto afectivo. Este tipo de apego es muy común en la cultura mexicana debido a los modelos de crianza basados en estereotipos de género, en los cuales los varones no se permiten demostrar afecto ni emociones sin ser censurados. De esta manera, el niño aprende a suprimir sus necesidades emocionales, se muestra autosuficiente y minimizan el malestar ante la separación. Los niños con este tipo de apego evitan el contacto afectivo, como estrategia defensiva ante padres poco disponibles emocionalmente, lo que evoluciona en evadir los vínculos afectivos y amorosos profundos o estrechos (Bowlby, 2009).
Finalmente, el apego inseguro-ambivalente o ansioso aparece cuando el cuidador responde intermitentemente de forma afectuosa y negligente, lo cual produce ansiedad intensa ante la separación y que el niño presente dificultades para calmarse aun cuando el cuidador ha vuelto. Estas personas intensifican sus demandas de afecto, desarrollando una dependencia ansiosa con el otro porque no saben cuándo recibirán amor (Bowlby, 2009).
Como se observa, el tipo de amor que una persona recibe en su infancia tiene un gran impacto en la forma en que se relaciona cuando crece, especialmente en sus relaciones de pareja. Según Bowlby (2009) y Fromm (1981), las primeras experiencias con mamá, papá o quienes cuidaron al niño sirven como modelo para aprender lo que es amor, cómo se expresa y qué se puede esperar de los demás. Cuando ese amor es constante, afectuoso y seguro, es más probable que en la vida adulta se formen relaciones sanas, con confianza, comunicación y estabilidad. En cambio, si el cariño fue distante cambiante o lleno de condiciones, la persona puede llegar a tener miedo al abandono, volverse muy dependiente de su pareja, sentir celos con facilidad o, por el contrario, evitar el compromiso y la cercanía emocional.
Con todo lo anterior se puede concluir que la inseguridad emocional, originada en la infancia porque el cuidador responde de forma impredecible (afectuoso-ausente), se traduce en la adultez en una necesidad constante de afecto, miedo intenso al abandono, conductas de dependencia y una hipersensibilidad a las señales de rechazo. En una relación de pareja, estas características pueden generar conflictos continuos, demandas afectivas excesivas, celos y malentendidos, erosionando progresivamente el vínculo. Así, muchas de las separaciones que parecen “sin razón aparente” tienen su origen en estos patrones inconscientes.
Referencias
Bowlby, J. (2009). El cuidado de los niños. En Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego (pp. 13-32). Editorial Paidós.
Bowlby, J. (2009). El papel del apego en el desarrollo de la personalidad. En Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego (pp. 140-157). Editorial Paidós.
Expansión Digital. (9 de enero de 2025). Cuando el amor acaba: ¿Cuántos y como se divorcian los mexicanos? https://politica.expansion.mx/mexico/2025/01/09/divorcios-en-mexico-inegi
Fromm, E. (1981). El amor entre padres e hijos. En M. Cubí (Ed.), El arte de amar (pp. 45-51). Ediciones Paidós.
Fromm, E. (1981). Los objetos amorosos. En M. Cubí (Ed.), El arte de amar (pp. 52-67). Ediciones Paidós.
García, A. (14 de febrero de 2024). En México 33 de cada 100 matrimonios terminan en divorcio: INEGI. El Economista. https://www.eleconomista.com.mx/arteseideas/En-Mexico-33-de-cada-100-matrimonios-terminan-en-divorcio-Inegi-20240214-0038.html
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2024). Estadísticas a propósito del 14 de febrero. https://www.inegi.org.mx/app/saladeprensa/noticia/8869
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